14 de enero de 2011

cara de pedo

 Iba impecable, a la misma hora que todos los días, bien peinado con gomina moderna, de esa que no da asco al mirar porque parece grasa de fritanga.
 La colonia estaba bien escogida, un delicioso olor pero sin pasarse. El hombre tenía perfumes en su casa, no era de esos cutres que van a "El Corte Inglés" a perfumarse. A cada paso que daba repasaba en pensamiento cada detalle de su atuendo como si tuviera un espejo delante. Era esa sensación de ensimismamiento en las que uno pierde el detalle de lo demás; esa sensación en que si ve a alguien pasar a su lado ni se entera y que si por algún casual se distrae por querer asimilar más realidades al mismo tiempo corre el riesgo de marearse y todo. El poderío lo primero y lo demás; pa'qué?
  De tiempo iba sobrado, de hecho llevaba media hora de adelanto sobre la cita. Lo mejor que se le ocurrió a Pimpireto es tomar un café; un café de esos que saben a delicia. Esos que se toman sin ganas, esos que se toman por pura chulería porque eres el dueño del mundo, porque te lo puedes permitir.
Carmen una vez que terminó de servirle al señor el café no dudó en darse un paseo por el bar ofreciendo un pinchín de Carne guisada exquisito a la clientela.
Pimpireto, cual rey en su trono agradeció a Carmen con una mirada condescendiente el pinchín y se lo tomó con gusto.
 Como Pimpireto tenía aún tiempo en demasía se permitió otra licencia para leer la prensa de la que disponía el bar "La Camelia de Elena".
  El periódico estaba ocupado, solamente tenían el "Hola". Pues con una rebeldía tonta para sus adentros Pimpireto no dudó en leerlo de cabo a rabo, a pesar de que en público cantaba a los cuatro vientos que la prensa del corazón era bazofia. No perdía detalle el hombre, pasaba  las páginas con aire interesante como si fuese a ver si le sonaba alguna cara de alguna fiesta de las que hablaba la resvista o como si estuviese buscando algo de una dialéctica de la que se pudiese apropiar. Ciertamente lo único que captaba la atención de Pimpireto era ver si las actrices a las que en un tiempo atrás admiró tenían aún las tetas en su sitio.
  La hora de la entrevista de trabajo llegó. Pimpireto tenía estudiado todo el protocolo a seguir hasta la saciedad. El señor jefazo tenía que quedar  impresiodo. Además el curriculum de Pimpireto bien que valía para acceder al puesto, pero en lo que se refiere a un trabajo de tan elevada categoría profesional el cara a cara para comprobar la inteligencia emocional del aspirante es fundamental.
  La entrevista transcurrió con normalidad, Pimpireto siempre se creía caballo ganador, así que el acontecimiento para él no fue más que un formalismo necesario.
 Pimpireto al terminar estrecha la mano con fuerza al señor jefazo, se despide y se va. Ahora tan sólo era cuestión de esperar para reincorporarser al mundo del business.
 El señor jefazo llama por el teléfono a su secretaria para que invite a pasar al sigueinte candidato. A Jenny le había impresionando la prensencia de Pimpireto, y le gustaría que le contratase el señor jefazo, así que no dudó en permitirse la indiscrección de si le iba a contratar o no. el señor jefazo exclamó: - ¿A ese? Con esa cara de pedo que me ponía no lo quiero ni en pintura.
 Y es que Pimpireto no soportaba que rompiese la perfección en la que estaba inmerso que un trozo de carne se quedase enganchado entre sus muelas, y no pudo evitar gesticular con la lengua como si fuese un cepillo de dientes para quitarse el trozo del pinchín.