29 de octubre de 2011

Dedos 4.0

  Llevo meses sin dignarme a escribir por aquí. No es por la falta de inspiración, ya que esto con tal de soltar parrafadas escribo de lo que sea, aunque sea del proceso de fabricación de las gominolas. Lo que pasa es que no tenía los dedos actualizados para pulsar las teclas, y gracias a una aplicación del I-Phone junto al satélite Meteosat ya puedo decir que tengo unas yemas de las dedos versión 4.0. El sistema es muy simple, esta aplicación crea una retícula nanoscómica que recubre la yema y la uña y la conecta con internet. Ahora ya puedo escuchar la radio al ponerme el dedo en la oreja, aunque corro el riesgo de que los no enterados piensen que estoy sacando cera.  La aplicación está en fase de pruebas aún, asi que sólo escucho la Cope y Kiss FM, y a ratos; también depende de la atmósfera, de si hace sol o de si hay tormenta. Al ritmo que corren los descubrimientos que prónto irá más rápido que la velocidad de la luz seguro que en un par de días ya conectaré con radio Antártica y me podré conectar con los pingüinos.
   Y decía yo que no puedo escribir, o que no podía porque hay un país que en secreto ha descargado una aplicación global que prohibe a los dedos no actualizados ponerse en contacto con las teclas cuadradas del ordenador. Cuando un dedo antiguo toca un aparato este le da un chispazo eléctrico y corta de inmediato la verborrea cibernética antigua. Ni que decir tiene que este hecho ha despertado una nueva tendencia de masoquismo cool y tribus urbanas específicas que se reunen para sentir los placeres del chamusquido táctil.
  Hay gente que se siente triste y llora por las esquinas, porque se descargó la aplicación de los dedos y ya no puede dar marcha atrás. La capa electrónica adherida al cuerpo no se va con jabón. Parece ser que no se inventó la antiaplicación, ni tampoco se muestran signos de que se esté en ello. No pasa nada, se puede vivir con ello. Lo que pasa es que van saliendo a la luz daños, si es que se puede llamar así, colaterales, o efectos secundarios. La aplicación es para lo que es, y el resto de la vida se vive de la misma manera que se vivía antes de la descarga sin más miramientos. El caso curioso es que hay gente que al ducharse y enjabonarse descubrían que cuando sus dedos tocaban la zona sensible del pezón sentían ligeros chispazos, como cuando se chupa una pila; la cosa fue aún más fuerte al monerse en contacto con ambos pezones, entonces en ese momento se convertían en un transmisor de radio ellos enteros y no te quiero ni contar por dónde salía el sonido. Toda esta gente al descubrir el acontecimiento se acojonó literalmente. Se sentían como unos muñecos a merced de un desconocido, así que no se atrevían a contárselo a nadie. También los hay más avispados y de aquí salieron grupos que perfeccionaron la técnica de la radio-pezón-humana. Según la postura se sintonizaba un canal u otro, y según la postura fuese más armoniosa la emisora que sintonizaba también era más armoniosa y daba mejores conocimientos a los interesados.
 En un par de días se abrieron academias de yoga-radio-pezón. La gente indignada que acampaba en la calle contra los bancos siempre hacían  asambleas de radio-pezón-dedo.

 Un virús dió al traste con la aplicación y hay gente que no lo pudo superar y que incluso se suicidó porque ya no concebían la vida sin el radio-pezón-dedo.
  Y vuelta a empezar, en la cocina estaba yo haciendo un gazpacho con la batidora americana que tengo conectada al I-phone y al Meteosat también. Un reloj marca la cuenta atrás para la nueva aplicación que cambiará nuestra vida. Quedan tres minutos. ¡Que Dios nos pille confesados!