1 de febrero de 2012

Calzoncillos y Carrefour

  Hubo un tiempo y salvo excepciones aún seguimos en él que es el de la era de los centros comerciales de grandes luminosos. Esas ciudades de extrarradio que llaman la atención desde Kilómetros a la redonda en la noche dejando claro al despistado de que en ese lugar hay un Carrefour con Mcdonalds con fnac con su puta madre en bañador,...
    La arquitectura es hermosa; entiéndase la arquitectura como la parte más sublime de toda construcción humana, aquella que se convierte en referente y distintivo de las ciudades; catedrales, edificios racionalistas, museos de vanguardia (algunos), etc,... en fin, cualquier edad tiene sus joyas al respecto. Desde mediados de los setenta diría yo que empezó el fenómeno del "supermall" y con el tiempo se multiplicó su presencia exponencialmente a niveles pervertidos para los ojos hasta el día de hoy. Me llama la atención el desarrollo de estos bodrios arquitecónicos comerciales en cualquier lugar del mapa, la basura esperpéntica de la nave industrial con luminoso y cristalera a la entrada, el paraiso del compracompra de las afueras de la ciudad. El mazacote del centro comercial me nubla, me horripila, me persigue, me seduce, me cautiva, me fascina, lo miro, se me van los ojos, cuento el número de marcas, cuál tiene el cartel más grande, me vacía, me roba la mirada, aquí, allí, en todas partes, en todas las ciudades.
  ¿Y qué tiene que ver esto con los calzoncillos de hoy en día? Pues que es exactamente lo mismo, el servicio prestado es para lo que son, los unos para vender sus productos y los otros para tapar las partes íntimas masculinas. Bien, esa es la función para la que son cencebidos, una vez resuelta y a falta de comerse el coco en si el uno es arquitectura o si el otro es moda es intrascendente. Para dar el pego y desvirtuar su valor supremo y engañar y que nos de exactamente igual y a la vez quedarnos sobradamente complacidos nos quedamos con el cartel; no importa que sea Carrefour, que El Corte Inglés, que el Casino los Diamantes, que Burger King, que el Motel yo que sé, que CK, que Dolce patatán. Mientras haya cuatro paredes con muchas cosas dentro y muchas luces y marcas maravilloso. Mientras que haya un trozo de tela con letronas que digan que ese trozo de tela es de tal marca en vez de mercadillo lo mismo. 
  La ropa íntima femenina es más trabajada, no es ropa de cartel, tiene su misterio, su trabajo, su puntilla, su variedad, etc, tiene otra categoría. ¿Ocurrirá los mismo con la arquitectura? ¿Será que el dinero que es lo masculino es masculino y por ello es más pragmático y vulgar su propio templo y por ello la arquitectura con mayúsculas ha de ser femenina?